Pese al exceso de información disponible al instante, parece que el abismo de incomprensión entre las religiones y civilizaciones se hubiera ensanchado.
Elizabeth reconoció al instante la librea de los lacayos, adivinó lo que aquello significaba y dejó a sus tíos atónitos al comunicarles el honor que les esperaba.
Luego de caminar por algún tiempo, por fin el joven y su amigo encontraron al alquimista, el cual supo al instante que Santiago se convertiría en su discípulo.